En el eterno flujo de la vida existe un punto de equilibrio perfecto y supremo, entre el hombre y la mujer; Es ese pequeño segundo en que se cruzan las miradas y se detiene el tiempo en un suspiro, mientras se conjugan en palabras sin sonidos… el deseo…el amor… la magia… Los enigmas ancestrales que fueron utilizados en cada ciclo vital, sumados a las ansias de posesión y pertenencia, no solo del cuerpo…sino también del alma…
En ese sublime instante, los secretos de la existencia quedan revelados descaradamente ante sus ojos…Permitiéndoles ser…mostrándolos tal cual fueron creados… seres perfectos en su imperfección…
Es allí cuando caen bajo el influjo desolador e irreversible de preservar la especie… humanos de instintos animalescos, aplacados tan solo por el temor a una sociedad que los presiona a través del “que dirán”…
Es por eso que pierden noción de esa verdad absoluta y magnifica que se les presenta ante ustedes…no alcanzan a dirimir la realidad de esta existencia divina que se les otorgò…
Por lo cual el delgado hilo del equilibrio peligra constantemente, y tanto hombres como mujeres no entienden aun la importancia de este sagrado intervalo en la cotidianeidad de la coexistencia…
La masculinidad no existe sin la feminidad y viceversa… dos caras de una misma moneda… la moneda de la existencia…
Una existencia mas allá de la procreación…Una existencia en el plano universal donde somos uno…sin caras ni cruz….Sino una extensión genial y amorosa de un ser supremo y generoso…Con la capacidad de amarse hasta el agotamiento, en la eternidad de las almas…